Según la doctrina, los principios que rigen el Juicio Oral son: la oralidad, la publicidad, la inmediación y la contradicción en la actuación probatoria; y el artículo 20 de la Constitución Federal, menciona como principios del nuevo Sistema de Justicia la publicidad, contradicción, concentración, continuidad e inmediación. Asimismo, en su desarrollo se observan los principios de continuidad del juzgamiento, concentración de los actos del juicio, identidad física del juzgador y presencia obligatoria del imputado y su defensor.
Las habilidades, destrezas y valores que debe desarrollar el abogado para presentar su pretensión en forma convincente y lograr persuadir al juzgador, están ligadas con poder:
• Formular una teoría del caso lógica, creíble y jurídicamente suficiente que se pueda probar.
• Determinar estratégicamente el orden en que sus pruebas deben ser presentadas en el juicio.
• Presentar un alegato de apertura que le permita plantear una visión de lo sucedido y de lo se verá en el juicio.
• Conocer y aplicar la técnica del interrogatorio para hacer que el testigo narre una historia convincente de acuerdo con lo que le consta de la misma.
• Utilizar correctamente la técnica del contra interrogatorio para revelar todas aquellas debilidades, intereses, errores, prejuicios y contradicciones que tenga el testigo de la contraparte o para resaltar algo que fortalece nuestra teoría.
• Saber en qué momento y con qué fundamento formular una objeción.
• Saber usar y reconocer el lenguaje no verbal.
• Hacer un alegato de conclusión claro, corto, preciso, que le permita al juez realmente concluir que el abogado probó su caso y que la petición que formula es la que corresponde con lo que vio en el juicio.
• Reconocer y aplicar los principios y valores inmersos en toda contienda judicial para lograr que la misma sea leal, transparente, efectiva y vigorosa, pero a la vez respetuosa de los derechos de todos los que en ella intervienen.
Las habilidades y destrezas orales no son herramientas para convertir al abogado en un actor, ni siquiera en un orador excelente, sino en un orador efectivo. Esta efectividad se la da precisamente el poder usar el lenguaje verbal para acercar al juzgador a un fallo justo y acertado, en virtud de que los interrogatorios y los contra interrogatorios se hicieron técnicamente, de tal forma que le permitieron reconstruir la historia de los hechos, y en que el alegato final no fue una simple repetición de 50 rol, sino una argumentación basada e
Un buen abogado, cualquiera que sea el escenario donde se desempeñe: como funcionario público, funcionario judicial, negociador de conflictos o en el ejercicio particular, requiere, además del conocimiento sustantivo y la capacidad de ubicar e identificar las fuentes del derecho, las habilidades y destrezas para aplicarlo.
Estas habilidades y destrezas en todo el escenario judicial y particularmente en el juicio penal, son básicamente las que le permiten utilizar la comunicación oral como un método efectivo de persuasión.
El propósito de cada una de las partes en juicio es convencer al juzgador que su versión de los hechos es la correcta, que su teoría del caso y no la de la contraparte es la que debe acoger.
Para lograrlo, el abogado debe planificar cada una de sus actuaciones en el juicio, teniendo en cuenta que a éste no se llega a saber lo que pasó, sino a probar lo que ocurrió.
Esto no lo puede lograr el abogado utilizando sólo su talento intuitivo personal. Dos son los instrumentos que tiene el abogado para la persuasión: la ley y la prueba.
La forma en que éstos se llevan al juzgador para demostrarle que la versión de los hechos que le presentamos es la verdadera, es lo que constituye la habilidad y destreza para utilizar la palabra, no para el discurso o la discusión, sino para una persuasión efectiva en la que logramos que la percepción última del juez corresponda con la que le hemos transmitido. La capacidad de persuasión está ligada a la credibilidad de la persona que transmite la información, a su capacidad de comunicación y a la capacidad del juzgador para asimilarla y procesarla. La credibilidad del fiscal, del defensor, de los declarantes, es la que se pone a prueba cada vez que un juicio se inicia. Esta credibilidad se sustenta en la confianza que se le inspire al juzgador y para ello el abogado y el testigo deben actuar con ética, conocimiento, técnica y dinamismo.
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