«Los éxitos del diablo son más grandes cuando aparece con el nombre de Dios en sus labios».
—Mahatma Gandhi.
La iglesia católica se define como una congregación de fieles cristianos que reconoce al Papa como vicario de Cristo en la Tierra, fue fundada por el apóstol Pedro y es dirigida por el obispo de Roma. La iglesia se considera a sí «un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano».
Los católicos comienzan su fe como una obligación, porque eso es lo que se les inculca desde niños. Asistiendo a misa, haciendo la comunión, confirmación, etcétera. Sin embargo, con el paso del tiempo algunos van perdiendo su vida religiosa y devota, llegando a dejar hasta de creer en Dios. Como en otros casos, ésta doctrina no puede ser perfecta. El abuso infantil ha estado presente en la cúpula eclesiástica desde hace siglos.
En el tiempo en que el clero tenía más fieles creyentes y un poder mayor las acusaciones en su contra por abusos eran casi nulas. A lo largo de los años las denuncias se han incrementado notoriamente.
Las víctimas más comunes suelen ser menores de hogares inestables, donde el padre es un golpeador abusivo y/o la madre una adicta, prostituta, etc. Así los curas crean en los niños un espacio de comprensión y comodidad donde puedan sentirse a gusto para llegar a lo que verdaderamente quieren sin que los menores sientan el abuso en su verdadera forma.
Algunos de los sobrevivientes a este tipo de abuso se convierten en adictos y en otros se acercan a grupos de apoyo aunque el daño físico-psicológico ocasionado a los menores abusados es irreversible. Y otro tanto por ciento lamentablemente termina quitándose la vida.
En Estados Unidos se ha descubierto este tipo de abuso. Entre los años 2001- 2002 el equipo de Spotlihgt del The Boston Globe — un periódico de Boston — investigó y publicó artículos de más de 80 sacerdotes abusadores, quienes estaban bajo la protección del arzobispo Bernard Law, dejando al descubierto uno de los mayores escándalos de pedofilia en la iglesia católica de Estados Unidos. La investigación reconstruyó de manera detallada la historia de un centenar de curas pedófilos cuyos delitos fueron cubiertos sistemáticamente durante años por sus superiores eclesiásticos.
Bernard Law, arzobispo de la diócesis de Boston, fue acusado de ser el principal encubridor de estos casos. En lugar de llevar hasta la justicia ordinaria a los curas pedófilos se limitó a trasladarlos de parroquia permitiéndoles seguir abusando de otros niños.
Law afirmaba que los sacerdotes abusadores eran enfermos mentales y que lo único que necesitaban era tratamiento psiquiátrico. Uno de los casos más graves fue el del padre John Geoghan, culpable de haber abusado de 130 menores durante más de 20 años en las distintas parroquias a las que fue trasladado como castigo durante esos años.
John Geoghan abusó de Patrick McSorley cuando éste tenía solamente doce años de edad, el menor acababa de perder a su padre convirtiéndole en alguien vulnerable, así el sacerdote se ofreció a ayudarle para sobrellevar la perdida siendo como una figura paterna más tarde comenzando el abuso. El de Patrick era uno de los 86 casos cerrados tras lograrse un acuerdo extrajudicial entre la archidiócesis y el abogado de las víctimas, Mitchell Garabedian. Sin embargo, Patrick puede hablar con la prensa gracias a que su abogado no quiso firmar la cláusula de confidencialidad porque el secretismo es la raíz de todo el problema.
James Porter abusó de más de 100 niños y adolescentes, provocando el primer escándalo en 1992. Su expulsión de la Iglesia marcó el comienzo de una purga silenciosa de pederastas ordenada por el cardenal Law.
Uno de los casos más relevantes que han ocurrido en México es el del sacerdote Marcial Maciel fundador de la asociación seglar Regnum Christi y de la congregación católica Los Legionarios de Cristo. El escándalo mayor sin duda fue cuando en 1997, ocho ex miembros de la Legión de Cristo enviaron una carta abierta al Papa Juan Pablo II, donde acusaban a Maciel de abuso sexual en contra de ellos y de que ni la congregación ni otros miembros de la jerarquía católica les habían atendido hasta el momento. Aunque hay constancia de la existencia de quejas desde los años 1940, según declara el diario español El País.
«Maciel nos ordenó que no habláramos con nadie. De entrada obedecimos. Poco a poco me fui dando cuenta de la verdad», dijo Arturo Jurado, uno de los nueve denunciantes, en mayo de 2006. José Barba, que también firmó la carta a Juan Pablo II en 1997, aseguró que «nuestro error de juventud fue callar la verdad». Además de Barba y Jurado, los que alzaron la voz fueron Alejandro Espinosa, Samuel Barrales, Juan José Vaca, Félix Alarcón y los hermanos Fernando y José Antonio Pérez Olvera. La misiva se envió después de que el propio Juan Pablo II dijera, en 1994, que Maciel era «un modelo para la juventud». Para los denunciantes, aquella declaración fue un gesto intolerable.
El 19 de mayo de 2006 la Santa Sede confirmó que el papa Benedicto XVI había ordenado al padre Maciel que se abstuviera de ejercer su ministerio públicamente para llevar «una vida de oración y penitencia».
En 2009 saltó a la luz la noticia de que Maciel era padre de una joven española. A través de un comunicado en febrero de 2010, la Legión de Cristo reconoció las acusaciones de abuso sexual a menores y se desvinculó de su fundador, tal y como dijo la antropóloga María Paloma Escalante:
«Maciel argumentaba que padecía de una extraña enfermedad que los niños podían ayudar a aliviar; que se necesitaba una muestra de semen para un examen y un «ayudante» para extraérselo. Argumentos increíbles y ridículos para un adulto pensante, pero que, fácilmente, enganchan a un niño o a un adolescente que confía en el padre y le confiere autoridad moral, que incluso incluye hasta el poder pedirle que haga cosas que él no entiende o no le parece que sean buenas; que confía en que si el padre las dice es que deben ser buenas. Este es exactamente el tipo de confianza que deposita un hijo en su padre natural, quien le da indicaciones de hacer cosas «por su propio bien», aunque «ahora no entiende, pero ya entenderá».
En 2005, Ratzinger encargó a Charles Scicluna, entonces promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la fe, que recogiera los testimonios de abuso sexual cometidos por Maciel. En el 2006, cuando Ratzinger ya era papa, anunció el cierre de la investigación sobre Maciel debido a su avanzada edad y quebrantada salud.
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