"Elegir no tener hijos no es un acto de egoísmo sino de responsabilidad. Más egoísta es quien los tiene como remedio a su soledad"
-Anónimo.
Todas las mujeres en un punto de nuestras vidas hemos escuchado los típicos comentarios sobre la maternidad tales como “¿Y tú para cuándo?”, “Se te está pasando el tren”, “La mujer que no tiene como meta ser madre, no es mujer”, “¿Por qué no quieres tener hijos, eres muy egoísta?, “Te estás perdiendo de lo mejor del mundo”.
Debemos, como sociedad, entender que si una mujer decide no tener hijos es un asunto que solo le interesa a ella; pues cada quien decide sobre su vida y su cuerpo.
¿Cuántas veces nos hemos sentido incomodas? ¿O con ganas de gritar que no deben meterse en nuestras vidas? Sí, es cierto. Puede que ser madre sea lo mejor que les puede pasar a algunas mujeres, pero no a todas. Mientras algunas mujeres se sienten completas teniendo hijos, otras mujeres son felices no teniendo y, en su lugar; trabajar, estudiar, viajar o divertirse y esto es algo por lo que ninguna mujer debe ser cuestionada.
No quiero hijos, ¿soy menos mujer?
Sustentar que la maternidad es una construcción social implica romper con la idea que sostiene que todas las mujeres tenemos la función natural de ser madres, y que dicha función se encuentra en una especie de código biológico que se traduciría en capacidades, habilidades y saberes, producto de un instinto inscrito en la naturaleza femenina. A través del debate sobre el binomio naturaleza-cultura se formula un planteamiento que cuestiona y a la vez refuta el presunto “instinto materno”. La teoría feminista ha visibilizado las condiciones históricas que rodean la consolidación del modelo de maternidad, las formas cómo se organizan las prácticas maternas y cómo son reproducidas.
Una de las teóricas que sí expone las condiciones de desigualdad de las mujeres, es Simone de Beauvoir. En El segundo sexo (1949), afirma de manera contundente que “no se nace, sino que se deviene mujer”, evidenciando que la opresión de la mujer no se debe a factores biológicos y psicológicos, sino más bien, se centra una explicación económica y “reproductiva”, en una interpretación psicológica de ambas. Ella destaca que el sujeto mujer a lo largo de la historia ha sido construida como el “segundo sexo” puesto que la historia de la humanidad ha sido escrita y construida por el hombre, por lo cual la mujer es definida en relación con él y no en sí misma, o sea, ella es la “otra”.
La participación de las mujeres en la vida social en muchas sociedades y en particular la capitalista, ha sido construida con base en su “capacidad reproductora”, confinándola al espacio doméstico, cuyas tareas no son reconocidas como trabajo remunerado, a pesar de que contribuye en la reproducción de la fuerza de trabajo.
Nacer mujer, pareciera ser vaticinio de maternidad, no obstante, la forma en que será ejercida y entendida dependerá del momento histórico, el contexto político, económico, jurídico y cultural en el que las mujeres se desempeñen como madres.
Los estudios antropológicos e históricos sobre esta temática han comprendido la maternidad como una práctica social. En este sentido:
“Simone De Beauvoir fue la primera feminista en señalar la maternidad como atadura para las mujeres, al intentar separarla de la idealización que colabora a mantenerla como único destino femenino. Niega la existencia del instinto maternal y propone situar las conductas maternales en el campo de la cultura… reinterpreta el cuerpo materno indicando que no es un cuerpo biológico, más bien se trata de un cuerpo cuyo significado biológico se produce culturalmente al inscribirlo en los discursos de la maternidad, que postulan a la madre como sujeto, para negar de esta forma a las mujeres”
Son muchos los debates sobre el instinto maternal, hay quienes dicen que se nace con él; mientras otras niegan esto. La verdad es que nadie debería ser cuestionado por el hecho de no querer procrear, pues es decisión propia y absolutamente nadie debe meterse.
Referencias:
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