La criminología sociológica posee una rica tradición para examinar la relación entre la criminalidad y las variables demográficas y grupales. Variables como edad, raza, género, estatus socioeconómico e identidad étnico-cultural han demostrado tener relaciones significativas con ciertas categorías y patrones delictivos. Por ejemplo, la
criminología sociológica nos ha permitido concluir que los jóvenes, como grupo, están sobrerrepresentados en los delitos no violentos contra la propiedad. Los varones jóvenes afroamericanos que crecieron en entornos en desventaja están sobrerrepresentados como autores pero también como víctimas de homicidios.
Los varones de raza blanca están sobrerrepresentados como autores de delitos políticos y corporativos.
Las múltiples razones de esto se reflejan en diversas perspectivas y en hallazgos de investigación que se estudian en el presente libro. La criminología sociológica también investiga los factores situacionales o ambientales que propician la acción criminal, como el tiempo, el lugar, el tipo de armas utilizadas y las circunstancias que rodean al delito.
Muchos sociólogos en la actualidad se clasifican en grupos estructuralistas y culturalistas. En relación con la criminalidad, los estructuralistas tienen mayor probabilidad de analizar los fundamentos subyacentes de la sociedad, como la falta de empleo y las actividades educativas o la calidad de los servicios de salud que se ofrecen en una comunidad. Los culturalistas analizan los valores y los patrones de vida dentro de un determinado grupo de personas. En años recientes, ha habido cierta discrepancia entre ambos grupos, particularmente en relación con el asunto de las razas en la sociedad estadounidense (Sanneh, 2015).
Otra importante contribución de la criminología sociológica es la atención que dedica a temas que reflejan la distribución desigual del poder en la sociedad. Esto con frecuencia se manifiesta como una tendencia a examinar la manera como se define el crimen y cómo se hacen cumplir las leyes. La venta de drogas “callejeras” se ha monitoreado más de cerca que la venta de drogas “VIP” (que se venden en sectores de altos ingresos), aun cuando unas y otras pueden ser igualmente potentes. Las acciones de los oficiales corporativos —por ejemplo, permitir riesgos ambientales y en el lugar de trabajo que producen graves daños— no se definen como delitos. Los delitos de carácter político, como la corrupción, el soborno y el abuso de poder, son estudiados por la sociología mucho más que por otras disciplinas, aunque en años recientes los psicólogos han comenzado a explorar con mayor frecuencia esta área.
La criminología sociológica también tiene una tradición más fuerte en ocuparse de temas relacionados con las condiciones sociales subyacentes que podrían alentar el comportamiento criminal, como las desigualdades en oportunidades educativas y de empleo. Las teorías del conflicto dentro del campo de la sociología son particularmente influyentes al cuestionar cómo se define el delito y quién es sujeto de castigo, y al intentar llamar la atención hacia los delitos que cometen los ricos y poderosos.
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